Mi hijo me acaba de preguntar si me he hecho algo en el pelo porque, dice, parezco más joven.
Debo decir que mi hijo es, lo que podríamos considerar, un adolescente normal.

Después de la sorpresa inicial y de dejar pasar unos segundos estratégicos (por si el chaval estalla en carcajadas al estar tomándome el pelo), empiezo a sopesar las diferentes opciones:
a) quiere pedirme algo.
b) realmente hace bastante tiempo que no pasamos por la óptica, quizá le hayan subido las dioptrías….
c) no se encuentra bien y tiene fiebre.
d) seguro que quiere pedirme algo… seguro.
Y parece ser que no es ninguna de las respuestas anteriores. Ha pasado más de una hora y todo sigue igual, sin peticiones, ni fiebre, ni nada…
Así que he decidido dejarlo por escrito, no sea que se me olvide y tal momento épico no pase a la posteridad.
Porque, sinceramente, no es para menos…
Que entre batallas, negociaciones, intentos de soborno y demás fases de las relaciones entre padres y adolescentes brote un momento como éste, bien se merece una entrada el el blog.
Anónimo, por supuesto, no sea que lo señalen por los pasillos del instituto como el que le dijo algo agradable a su madre porque sí…
Efectivamente, parece un momento para recordar. Has hecho bien en dejarlo por escrito, así tendrás una prueba para cuando se le pase.
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