Como un cencerro

Llámame loca por hacer lo que hago, por escribir historias en un blog que casi nadie lee, o enseñar fotos mediocres que a casi nadie le importan.

Llámame loca por cargar con una libreta en el bolso durante días, para no escribir nada en ella. O por hacer miles de fotos en unas horas y solo salvar tres o cuatro.

Llámame loca por vestir como lo hago, o por no importarme demasiado la opinión de los demás.

Cencerros de oveja.
Foto: la musa despeinada.
Cencerros de ovejas. Mas d’Enserrut. Catí. Castellón (España).

Llámame loca por gustarme mucho más escuchar que hablar, o leer la prensa en papel en lugar de la digital.

Llámame loca por olvidar los nombres de las personas y, en cambio, saber el de las canciones con solo un par de notas.

Llámame loca por decirte que quedamos y, en lugar de hablar o ir a tomar algo, coger la cámara de fotos para atrapar las formas de las nubes que encontramos.

Llámame loca, que me gusta. Porque las locuras, que tú dices, me mantienen cuerda. Y, cuando más cuerda me siento, más me apetece hacer locuras… pero contigo.

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